La primera fotografía me evoca calidez, tranquilidad. La manta sobre las rodillas, las gafas casi en la punta de la nariz y la mecedora balanceándose tranquilamente. La paz que transmite la lectura de un libro una tarde fría. Una mano sujetando el libro, la otra sobre las rodillas. Los pies de puntillas, propulsando el balanceo que produce un leve crujido en la madera. Me recuerda a mi abuela con su vestido negro y su pelo recogido en un moño. También me recuerda a las costumbres que se están perdiendo.
Me he decantado por la primera imagen porque me recuerda a una persona mayor que pasa horas y horas de su tiempo libre balaceándose, tapado con una manta y leyendo un libro. El balancín se sitúa en una habitación donde reina el silencio, la tranquilidad y esto ayuda en su lectura profunda.
La segunda fotografía me evoca la imagen de una persona que ha vivido y visto mucho, que tiene infinidad de cosas que contar. Me recuerda a un abuelo que rememora su infancia y juventud y se la cuenta a sus nietos. La imagen se puede relacionar con la importancia de la literatura oral y la transmisión de saberes. Los recuerdos de la posguerra, las historias que ocurrieron pero no se pudieron contar al mundo por culpa de la censura, las lecciones que aprenden las personas gracias a lo vivido con el paso de los años, etc. Se ve que el señor es mayor, pero su cara transmite mucha paz y mucha astucia, es decir, se nota que ha vivido mucho y tiene muchos saberes que transmitir.
La primera imagen me recuerda a la mecedora en la que mi abuela solía horas realizando labores de ganchillo, siempre tapada con una mantita parecida a la de la fotografía. Sin duda, la silla evoca la paz y la tranquilidad de los cálidos días de verano, en los que el sonido del balanceo de la mecedora se mezclaba con el de las agujas del reloj y sentías como el paso del tiempo parecía no importar.
La primera imagen. Podría decirse que la mecedora vacía simplemente con un libro, unas gafas y una manta recuerdan a un tiempo pasado, donde todas las tardes de domingo de invierno mientras llueve y una ola de frío recorre la ciudad, él se sienta en su mecedora, coge su libro favorito y al ritmo del balanceo de la mecedora recorre con sus grandes ojos marrones cada letra del libro, cada palabra, cada frase, la hoja entera. Cada capítulo terminado le lleva a un momento de reflexión donde su mirada se pierde por el gran ventanal del salón que da a la iglesia del pueblo donde un enorme reloj marca las horas. Y, así, pasa las tardes de los domingos fríos de invierno, esperando que llegue la primavera y lo único que llega es la vida a su fin. La última vez que se verá a la mecedora en movimiento en esa tarde de domingo, en esa tarde de invierno.
La imagen de la mecedora me trae a la mente la etapa de la vida adulta de una persona que se pasa las horas sentado mirando al televisor o leyendo un libro. Su cuerpo ha perdido movilidad, ya no es tan estático y se cansa con rapidez, con lo cual se siente más a gusto sentado viendo las horas pasar, pero a la vez entretenido. Me recuerda a la silla de mi abuelo, la silla que siempre he envidiado y he querido tener.
Me decanto por la primera imagen. Es una imagen que desprende tranquilidad, imaginándome a una persona adulta meciéndose en la silla mientras lee tranquilamente su libro y, en ocasiones, despistándose para mirar a través de la ventana para fantasear en base a la historia que tiene entre sus manos. Así mismo, también me transmite la ausencia de una persona que tenía el hábito de sentarse ahí para sumergirse en alguna lectura; relacionándolo así con la falta de costumbre que hay ahora de sentarse en una silla para disfrutar de un buen libro.
Elijo la segunda foto por el impacto de su expresión, de su mirada. Imagino que es un amigo que hice en algún viaje por el mundo en mi pasado y que, de pronto, un día, recibo una carta suya junto a esta foto que dice: En mi infancia, como todos los niños del mundo, solo recuerdo que traté de ser bueno. Durante la juventud, sometí tanto mis labores como mi identidad a la necesidad adolescente de ser reconocido. De adulto, quise cosechar mi personalidad de conocimientos e hice de sus frutos mi patria. Hoy, fallecida mi mujer, los años de viejo son arrastrados por una insípida inercia, por la templanza de la costumbre y por el calor inconsciente de la autojustificación. Diana, me siento atropellado por la vejez, no podría decirte cuál es el motor que cada amanecer pone en marcha mi organismo. Un despertador afónico abre siempre a la misma hora mis ojos y la realidad me golpea e invade mi vida como una intrusa. Cada mañana me enfrento al nuevo día con un esqueleto oxidado y una memoria congelada. Soy un errante, un trasto roto. Camino por el arcén de mi propia vida y paseo por los posos de mi propia existencia. Miro sin ver como el tiempo recorre mis noches, cómo aceleran los días, situándome en el abismo, a un paso de mi desaparición, sin un título que resuma mi vida. Creo saber quién he sido pero no podría definir quién soy. No quiero decir que siempre me haya engañado a mí mismo, sino que lo que creía, era insuficiente. Por eso te invito, querida amiga, a abrir las puertas de tu vida de par en par y a que dejes volar los recuerdos que crees que te definen. Reescribete. Fdo: Ibrahim
Di cariño soy yo Moni,que no puedo ponerme en contacto con Tigo de ninguna forma!;no sé qué hacer no te encuentro x ningún sitio,aquí e dado con tigo.este es mi numer663555542 por favor llámame que te echo mucho de menos... Y quiero saber de ti.joder parece mentira con lo amigas que somos!! Boy a seguir buscando.ojala me llames
Me parece interesante la primera foto. Puede parecer una foto sencilla, pero no lo es. La mecedora, la manta, las gafas... son elementos antiguos, pero si nos fijamos en el suelo, observamos que es un suelo tirando más a nuevo. Por lo tanto, pienso que el autor de esta foto quiere transmitirnos que en un mundo como el de hoy en día, no existe gente a la cual le guste pasar horas y horas leyendo junto a esa ventana; y aunque le guste, no tiene tiempo. Estamos muy ocupados pendientes de si alguien nos habla por el móvil o viendo fotos en Instagram. He llegado a esa conclusión porque no hay nadie sentado en esta silla, solo quedan elementos que han perdurado en el tiempo. Sin embargo, no ha permanecido el elemento más importante: el lector.
Cuando me he detenido a observar la foto, he comenzado a imaginarme a la persona que podría estar leyendo el libro que descansa sobre la mecedora. Se trata de una mujer mayor, pues el sillón, las gafas, el cojín y la manta siguen un estilo, a priori, poco juvenil. Intuyo que la lectora ha tenido que abandonar la lectura por algún imprevisto (han llamado al teléfono, la lavadora ha terminado). Siendo sincera, si no fuera por las gafas, podría pensar que se trata de un rincón decorativo de la casa. La manta está perfectamente colocada y el libro está abierto justamente por la mitad.
He decidido elegir la primera fotografía porque me resulta enternecedora, acogedora.El sillón que podemos ver podría ser una abuelita que ha pasado mucho tiempo sentada allí y que ha vivido muchas cosas. Por ejemplo, ha podido arrullar a sus hijos, sobrinos, nietos etc. cuando eran pequeños. Cuando eran más grandecitos les ha podido contar historias de su juventud, cuentos, les ha leído libros, incluso entre ellos mismos habrán podido pelear por quién se sentaba en el sillón con la abuelita; finalmente, el libro que vemos encima del sillón podría ser el que se ha encargado de contar toda esta historia.
La primera fotografía me evoca calidez, tranquilidad. La manta sobre las rodillas, las gafas casi en la punta de la nariz y la mecedora balanceándose tranquilamente. La paz que transmite la lectura de un libro una tarde fría. Una mano sujetando el libro, la otra sobre las rodillas. Los pies de puntillas, propulsando el balanceo que produce un leve crujido en la madera. Me recuerda a mi abuela con su vestido negro y su pelo recogido en un moño. También me recuerda a las costumbres que se están perdiendo.
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ResponderEliminarMe he decantado por la primera imagen porque me recuerda a una persona mayor que pasa horas y horas de su tiempo libre balaceándose, tapado con una manta y leyendo un libro. El balancín se sitúa en una habitación donde reina el silencio, la tranquilidad y esto ayuda en su lectura profunda.
ResponderEliminarLa segunda fotografía me evoca la imagen de una persona que ha vivido y visto mucho, que tiene infinidad de cosas que contar. Me recuerda a un abuelo que rememora su infancia y juventud y se la cuenta a sus nietos. La imagen se puede relacionar con la importancia de la literatura oral y la transmisión de saberes. Los recuerdos de la posguerra, las historias que ocurrieron pero no se pudieron contar al mundo por culpa de la censura, las lecciones que aprenden las personas gracias a lo vivido con el paso de los años, etc. Se ve que el señor es mayor, pero su cara transmite mucha paz y mucha astucia, es decir, se nota que ha vivido mucho y tiene muchos saberes que transmitir.
ResponderEliminarLa primera imagen me recuerda a la mecedora en la que mi abuela solía horas realizando labores de ganchillo, siempre tapada con una mantita parecida a la de la fotografía. Sin duda, la silla evoca la paz y la tranquilidad de los cálidos días de verano, en los que el sonido del balanceo de la mecedora se mezclaba con el de las agujas del reloj y sentías como el paso del tiempo parecía no importar.
ResponderEliminarLa primera imagen. Podría decirse que la mecedora vacía simplemente con un libro, unas gafas y una manta recuerdan a un tiempo pasado, donde todas las tardes de domingo de invierno mientras llueve y una ola de frío recorre la ciudad, él se sienta en su mecedora, coge su libro favorito y al ritmo del balanceo de la mecedora recorre con sus grandes ojos marrones cada letra del libro, cada palabra, cada frase, la hoja entera. Cada capítulo terminado le lleva a un momento de reflexión donde su mirada se pierde por el gran ventanal del salón que da a la iglesia del pueblo donde un enorme reloj marca las horas. Y, así, pasa las tardes de los domingos fríos de invierno, esperando que llegue la primavera y lo único que llega es la vida a su fin. La última vez que se verá a la mecedora en movimiento en esa tarde de domingo, en esa tarde de invierno.
ResponderEliminarLa imagen de la mecedora me trae a la mente la etapa de la vida adulta de una persona que se pasa las horas sentado mirando al televisor o leyendo un libro. Su cuerpo ha perdido movilidad, ya no es tan estático y se cansa con rapidez, con lo cual se siente más a gusto sentado viendo las horas pasar, pero a la vez entretenido. Me recuerda a la silla de mi abuelo, la silla que siempre he envidiado y he querido tener.
ResponderEliminarMe decanto por la primera imagen. Es una imagen que desprende tranquilidad, imaginándome a una persona adulta meciéndose en la silla mientras lee tranquilamente su libro y, en ocasiones, despistándose para mirar a través de la ventana para fantasear en base a la historia que tiene entre sus manos. Así mismo, también me transmite la ausencia de una persona que tenía el hábito de sentarse ahí para sumergirse en alguna lectura; relacionándolo así con la falta de costumbre que hay ahora de sentarse en una silla para disfrutar de un buen libro.
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ResponderEliminarElijo la segunda foto por el impacto de su expresión, de su mirada. Imagino que es un amigo que hice en algún viaje por el mundo en mi pasado y que, de pronto, un día, recibo una carta suya junto a esta foto que dice:
ResponderEliminarEn mi infancia, como todos los niños del mundo, solo recuerdo que traté de ser bueno. Durante la juventud, sometí tanto mis labores como mi identidad a la necesidad adolescente de ser reconocido. De adulto, quise cosechar mi personalidad de conocimientos e hice de sus frutos mi patria. Hoy, fallecida mi mujer, los años de viejo son arrastrados por una insípida inercia, por la templanza de la costumbre y por el calor inconsciente de la autojustificación. Diana, me siento atropellado por la vejez, no podría decirte cuál es el motor que cada amanecer pone en marcha mi organismo. Un despertador afónico abre siempre a la misma hora mis ojos y la realidad me golpea e invade mi vida como una intrusa. Cada mañana me enfrento al nuevo día con un esqueleto oxidado y una memoria congelada. Soy un errante, un trasto roto. Camino por el arcén de mi propia vida y paseo por los posos de mi propia existencia. Miro sin ver como el tiempo recorre mis noches, cómo aceleran los días, situándome en el abismo, a un paso de mi desaparición, sin un título que resuma mi vida. Creo saber quién he sido pero no podría definir quién soy. No quiero decir que siempre me haya engañado a mí mismo, sino que lo que creía, era insuficiente. Por eso te invito, querida amiga, a abrir las puertas de tu vida de par en par y a que dejes volar los recuerdos que crees que te definen.
Reescribete.
Fdo: Ibrahim
Di cariño soy yo Moni,que no puedo ponerme en contacto con Tigo de ninguna forma!;no sé qué hacer no te encuentro x ningún sitio,aquí e dado con tigo.este es mi numer663555542 por favor llámame que te echo mucho de menos... Y quiero saber de ti.joder parece mentira con lo amigas que somos!! Boy a seguir buscando.ojala me llames
EliminarMe parece interesante la primera foto. Puede parecer una foto sencilla, pero no lo es. La mecedora, la manta, las gafas... son elementos antiguos, pero si nos fijamos en el suelo, observamos que es un suelo tirando más a nuevo. Por lo tanto, pienso que el autor de esta foto quiere transmitirnos que en un mundo como el de hoy en día, no existe gente a la cual le guste pasar horas y horas leyendo junto a esa ventana; y aunque le guste, no tiene tiempo. Estamos muy ocupados pendientes de si alguien nos habla por el móvil o viendo fotos en Instagram. He llegado a esa conclusión porque no hay nadie sentado en esta silla, solo quedan elementos que han perdurado en el tiempo. Sin embargo, no ha permanecido el elemento más importante: el lector.
ResponderEliminarCuando me he detenido a observar la foto, he comenzado a imaginarme a la persona que podría estar leyendo el libro que descansa sobre la mecedora. Se trata de una mujer mayor, pues el sillón, las gafas, el cojín y la manta siguen un estilo, a priori, poco juvenil. Intuyo que la lectora ha tenido que abandonar la lectura por algún imprevisto (han llamado al teléfono, la lavadora ha terminado). Siendo sincera, si no fuera por las gafas, podría pensar que se trata de un rincón decorativo de la casa. La manta está perfectamente colocada y el libro está abierto justamente por la mitad.
ResponderEliminarHe decidido elegir la primera fotografía porque me resulta enternecedora, acogedora.El sillón que podemos ver podría ser una abuelita que ha pasado mucho tiempo sentada allí y que ha vivido muchas cosas. Por ejemplo, ha podido arrullar a sus hijos, sobrinos, nietos etc. cuando eran pequeños. Cuando eran más grandecitos les ha podido contar historias de su juventud, cuentos, les ha leído libros, incluso entre ellos mismos habrán podido pelear por quién se sentaba en el sillón con la abuelita; finalmente, el libro que vemos encima del sillón podría ser el que se ha encargado de contar toda esta historia.
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